sábado, 6 de diciembre de 2008

Frecuentemente, los signos de un desarrollo sensorial inadecuado son sutiles y, por ello, mal interpretados. La detección precoz de un TPS resulta primordial para prevenir repercusiones en el aprendizaje y en la experiencia escolar en general. Si un niño aparentemente normal no puede llevar a cabo adecuadamente las actividades cotidianas (higiene personal, alimentación, juego, tareas escolares), se debe sospechar que padece un TPS. Un terapeuta ocupacional especializado en integración sensorial es el profesional indicado para la evaluación y el tratamiento de un TPS.


Un elevado número de niños con problemas de aprendizaje, de conducta y/o de coordinación motriz presentan un trastorno en el procesamiento sensorial (TPS), también llamado disfunción de la integración sensorial (DIS). Es decir, el sistema nervioso central (SNC) no es capaz de interpretar y organizar adecuadamente las informaciones captadas por los diversos órganos sensoriales del cuerpo. Tampoco puede analizar y utilizar dicha información adecuadamente para entrar en contacto con el ambiente y responder eficazmente a los múltiples estímulos del entorno.


Las manifestaciones de un TPS pueden observarse en diferentes ámbitos del desarrollo. Un TPS es, en bastantes ocasiones, la causa de que los niños no duerman bien, no quieran comer o no rindan satisfactoriamente en el colegio. También puede afectar a la capacidad de jugar, de hacer amigos o de desarrollar la autonomía en el cuidado personal. Como es lógico, si el SNC sufre alguna disfunción, ésta puede afectar al sueño, a la alimentación, a la capacidad de aprendizaje y, en general, a cualquiera de nuestras actividades cotidianas.


Es posible que aplique sobre los objetos una fuerza inapropiada, bien excesiva o bien insuficiente. Alcanzará las etapas del desarrollo en los límites extremos de la normalidad. Tardará mucho tiempo en aprender a vestirse y a comer solo. Asimismo, tardará en aprender, si finalmente es capaz, habilidades motoras no programadas, como andar en bicicleta, nadar o jugar al fútbol. El sistema vestibular es el tercer gran sistema que nos ocupa al analizar el desarrollo y la ocupación desde el enfoque de la Teoría de la integración sensorial. Algunos niños son hipersensibles al estímulo vestibular y reaccionan de manera exagerada al movimiento y a cualquier desplazamiento de su eje corporal fuera de la verticalidad.


Estos niños son excesivamente cautos y frecuentemente llamará la atención su falta de exploración del ambiente. Pueden mostrar auténtico pavor a los típicos juegos de parque, como son los toboganes y los columpios. Preferirán los juegos tranquilos y sedentarios.


En las escaleras se agarrarán a la barandilla de modo excesivo. Al igual que el niño que es hipersensible al tacto, el niño hipersensible al estímulo vestibular se halla a menudo en un estado de alerta elevado. Sus relaciones sociales pueden verse afectadas por ese constante estado de tensión en el cual se encuentra.


También se mantendrá al margen de actividades que para la mayoría de niños resultan gratificantes, como saltar, trepar, etc., y, por tanto, se verá privado de beneficiosos estímulos sensoriales y de los habituales contactos sociales entre los niños.


La dificultad para regular el nivel de actividad y los problemas para mantener la atención son frecuentes en los niños que son hipo-responsivos al estímulo vestibular. El órgano receptor del sistema vestibular, situado en el oído interno, posee extensas conexiones con muchas áreas del SNC.

También es común que exista una clara diferencia en la conducta según el ambiente o las situaciones. Por ejemplo, pueden portarse como angelitos en casa y como demonios en el colegio, o al revés. O bien puede ser relativamente ágiles después de jugar activamente en el parque y ser torpes y lentos nada más levantarse por la mañana.


A veces los síntomas se pueden detectar ya durante la época de la lactancia. Cuando un bebé llora excesivamente, es irritable y tiene problemas con la alimentación o con la regulación del sueño, es posible que sea debido a un TPS. Otras veces será más fácil detectar los problemas entre los 2 y 4 años, cuando observemos una dificultad en el aprendizaje de actividades tales como vestirse, pedalear un triciclo, trepar en los módulos de juego de los parques o manipular objetos pequeños.


Si los sutiles síntomas de un TPS no han sido detectados en edades tempranas, es probable que se observe que existe un problema una vez iniciada la educación primaria, cuando el niño manifieste dificultades con la lectura, las matemáticas y la escritura o con la conducta y la regulación del nivel de actividad.


Para mayor eficiencia de los sentidos, los diferentes órganos deben funcionar integradamente. La percepción del mundo objetal no depende exclusivamente de un aparato sensorial específico. Los sentidos funcionan juntos y se complementan, para tener un panorama total de la realidad externa. Una flauta tiene una determinada dimensión, grosor, color, forma, olor, dureza y sonido. El sabor de un alimento depende mucho del funcionamiento conjunto de los receptores del gusto y el olfato, pero si está visualmente bien presentado y quizás en el ambiente hay una música dulce y suave, puede saber mejor. Es por eso que la comida parece insípida cuando nuestra nariz está tapada o hay un ruido infernal a nuestro alrededor.


Los estímulos deben ser localizados de manera idéntica, a través de los ojos, de los oídos y de las manos. Los objetos pueden ser vistos, oídos y sentidos en movimiento, simultáneamente. La tendencia de integración, cooperación y concordancia de los diferentes sentidos es tanta, que a veces, a pesar de las discrepancias en la situación física real, nuestro sistema sensorial aporta ciertas "ilusiones", para que la realidad de alguna manera se acomode. Cuando vemos una película de cine, por ejemplo, oímos las voces como viniendo directamente de los labios en movimiento de los actores, aunque en la realidad, el sonido provenga de los altoparlantes colocados en lugares completamente diferentes.


Los sistemas sensoriales son conjuntos de órganos altamente especializados que permiten a los organismos captar una amplia gama de señales provenientes del medio ambiente. Ello es fundamental para que dichos organismos puedan adaptarse a ese medio.


En cada sistema sensorial o sensitivo es fundamental la célula receptora. Es ella la célula transductora, es decir, la que es capaz de traducir la energía del estímulo en señales reconocibles y manejables (procesamiento de la información) por el organismo. Esas señales son transportadas por vías nerviosas específicas (haces de axones) para cada modalidad sensorial hasta los centros nerviosos. En estos, la llegada de esa información provoca la sensación y su posterior análisis, por esos centros nerviosos, llevará a la percepción. La sensación y la percepción son entonces, procesos íntimamente ligados a la función de los receptores.

Además de las células receptoras, en los receptores sensoriales pueden existir otros tipos de células que optimizan el proceso de excitación del sistema sensorial. La célula sensorial (célula receptora) activada puede liberar un neurotransmisor que actúa sobre el primer componente de la vía sensorial. Esta es la vía que va desde el receptor sensorial hasta el área sensorial respectiva de la corteza sensorial.


Es decir, los campos receptivos de los órganos sensoriales (piel, Organo de Corti, retina) se encuentran representados en ubicaciones definidas. Así por ejemplo, en la zona somestésica de la corteza cerebral existe una representación sensitiva de las regiones del cuerpo (homúnculo sensitivo).